Ya está, otra vez.

Te acaban de presentar a ese chico del curso de inglés, el de barbita y bolsa bandolera, y no sabes qué decir. Vamos, ni cómo poner los brazos: si dejarlos caer como acelgas a un lado o meter las manos en los bolsillos. Aguantas la respiración y sonríes con media boca. Eso es todo.

¿No te pasa que cuando te presentan a alguien te gustaría decir algo ingenioso y simpático pero no te sale nada?, ¿O escribes un mail, un post o una actualización en facebook y lo revisas una y otra vez porque no estás seguro de cómo suena?

Como si quisieras sacar una versión mejorada de ti mismo.

Te cuento algo parecido que me pasó hace poco

Hace unos días, en el funeral de mi padre, subí a decir unas palabras sobre él. Estaba muy nerviosa. Pensaba que leería tan rápido mis notas que la gente no se enteraría de nada, que la gente se preguntaría “¿Qué ha dicho, qué ha dicho?” – y el cura no me dejaría repetirlo. O que la ceja izquierda se me pondría a temblar tan fuerte que me hiciera tartamudear. Y entonces la gente se preguntaría de nuevo: “¿Qué ha dicho, qué ha dicho?”.

Yo lo que quería era estar tranquila y centrada, como la Reina Sofía cuando se acerca a un micro.

Pero por mucho que me fijé en cómo el aire entraba y salía por mi nariz contando hasta 10 no me calmé. Lo único que me ayudó fue recordar algo importante.

¿Por qué en vez de pedir para hacerlo mejor, superarme o mejorar la situación no pido para acceder a lo más auténtico de mí, lo que sé que soy en el fondo, eso innato que me da fuerza?
Entonces lo primero que hice fue aceptar que estaba nerviosa.

Después, cuando subía las escaleras hacia el atril, me recordé a mí misma: “sé transparente, recuerda que lo haces por amor, pásalo bien”. Y aunque estaba nerviosa conecté con lo que estaba leyendo, la gente me entendió y me gustó hacerlo.

Así que lo que quiero es recortarte que todos tenemos algo que es auténtico, que nos sale solo y que nos hace sentir bien. Cuando hacemos las cosas desde ahí no hay esfuerzo ni tenemos que disimular; al contrario, nos sentimos más seguros y sobre todo disfrutamos.

La buena noticia es que no tenemos que hacer un máster para buscarlo, ya lo somos. Eso que hace que llegues a la gente, que puedas conectar naturalmente, ya lo tienes.

No tienes que ser nada diferente a ti mismo sino más de lo que ya eres. No tienes que actuar como otra persona, ni hacer nada más ni mejor, sólo dejar que brille lo que ya eres.
Claro que hay aspectos que podemos aprender a gestionar, darnos cuenta, cambiar… pero podemos elegir si hacerlo criticándonos o apoyándonos en lo que ya tenemos.

Así que, si quieres, prueba a hacer esto cuando te exijas comportarte de tal o cual manera:

  1. Acéptate por ser crítico contigo mismo y perdónate con amor. Seguro que tu intención es buena al exigirte, aunque no te sirva de mucho.
  2. Recuerda las 3 maneras de ser tuyas, de comportarte que te salen de forma natural. Cuando actúas desde ahí la sensación es agradable, , te sientes bien contigo, auténtico, esponjado y más conectado con los demás.

Yo sé que cuando soy transparente, actúo desde el amor y conecto con la diversión lo que hago fluye sin esfuerzo.

Te animo a pasar a la acción y a buscar las tuyas. Escríbelas y tenlas como un recordatorio. Cuando te agobies en una situación en la que te juzgues a ti mismo pregúntate: “¿Estoy siendo de esta manera?, ¿Estoy siendo transparente, amorosa y veo la parte divertida?

Y ya está, no hay nada más que hacer ni mejorar.

Espero que te sirva de algo.

Un abrazo y hasta pronto.

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