Una de las cosas que más me sorprenden es cómo nos metemos en malentendidos con la gente que nos rodea:
-“Tú me dijiste que pidiera fruta de postre porque piensas que estoy gordo ”
-“¡Pero qué dices, yo no te lo dije por eso!”
Y situaciones por el estilo.
Hace unos cuantos días, en un grupo de terapia Gestalt que llevo, hicimos un ejercicio sobre ello: te sientas frente a alguien que apenas conoces y os miráis sin decir nada.
Luego pones atención a lo que imaginas que la otra persona esté pensando de ti. “Que sonríes mucho” o “que tienes cara de palo”, por ejemplo.
Que eres feo, tímida, arrogante, maravilloso…
Después cierras los ojos. Por lo general uno se da cuenta de cómo se le dispara la imaginación frente a otro ser humano que no ha dicho ni mu.
El ejercicio sigue un poquito más pero luego cuento el final. Lo importante es que muchas veces también vivimos esto en las relaciones del día a día… y sin darnos cuenta.
Las consecuencias de creerte lo que imaginas
Hay veces en las que la imaginación pone en peligro la relación.
Hace unos días una persona me hizo una pregunta sobre algo que yo estaba haciendo en ese momento. De golpe, como si una pelota me golpeara en toda la cabeza, me asaltó la idea de que yo me estaba equivocando. Pero… ¿había dicho esta persona algo parecido? ¡Para nada!
Tan solo me había hecho una pregunta.
Igual que en el ejercicio anterior cuando un compañero te mira, no había pistas de que me estaba juzgando.
Es nuestra imaginación la que se dispara. El problema es que nos lo creemos y eso tiene consecuencias:comienzamos a responder a las fantasías en vez de a la realidad. Algunas maneras en las que lo hacemos son:
- nos ponemos nerviosos o nos justificamos
- contra-atacamos a la otra persona
- nos retraemos porque nos sentimos inseguros
- ¡o nos sentimos el rey de la fiesta! (cuando nos creemos justo lo contrario, que gustamos a los demás)
Salir de ahí
Para salir de ese lugar poco realista necesitas primero darte cuenta de lo que estás pensando; es como la harina del pastel, el ingrediente básico.
¿Y luego? Pues te explico lo que propongo en el grupo y lo que hice yo el otro día.
Primero, y antes que nada, me volví hacía adentro, notando cómo respiraba, cómo estaba mi cuerpo… poner atención a uno mismo es como el molde del pastel: si no lo tienes la masa se desparrama.
Después me pregunté:
1. ¿Es esto que pienso cierto? ¿Es cierto que me he equivocado?
(“No lo sé”, me respondí)
2. ¿Es esto que pienso absolutamente cierto?
(“No, para nada”_ no tengo la certeza de que esa persona piense que yo estoy haciendo esto mal. Hasta me daba un poco la risa)
3. ¿Y cómo me sentiría si eso que pienso no fuera cierto?*
(Muy aliviada, mi cuerpo se endereza. Me siento válida y digna)
Me levanté de la silla y seguí con mi asunto, contenta de cruzarme otra vez con aquella persona; como si los pensamientos que tuve hubieran sido un sueño. “Qué diferente sería mi relación con ella –pensé- si yo creyera que me estaba juzgando”. La pondría a ella por arriba, a mí por debajo.
Lo que imaginamos sí puede condicionar nuestras relaciones, y mucho creo yo.
A veces es un juicio, otras pensamos que no le importamos a la otra persona, o que nos está agrediendo. O nos subimos a la parra y creemos que a sus ojos somos maravillosos.
Lo que importa es que podamos mirarnos a nosotros con los ojos claros y ver lo que hay, recoger lo que nos digan, lo que preguntemos, lo que veamos… y no tomar por cierto lo que imaginemos.
Así ya podemos sacar el pastel del horno y y disfrutarlo, solos o en (buena) compañía, con lo que realmente hay.
¿Te suena familiar esto que te cuento? ¿Te parece que vivimos mucho en la imaginación? Comparte lo que quieras en los comentarios más abajo, me gusta leeros, ya lo sabes.
¡Hasta pronto!
*son tres de las preguntas de Byron Katie
Gracias Cristina, por ahora ese ejercicio lo practico bastante y normalmente pienso que los demás piensan que lo hago fatal cuando al finalizar las devoluciones son bastantes contrarias a mi pensamiento inicial. En los pocos momentos que me libero de ese pensamiento me siento tan liberada
Un abrazo
Hola Mar,
Eso es algo que quería escribir en el artículo pero ya quedaba muy largo: otra posiblidad de comprobar la fantasía es hablar directamente con los otros para saber si eso que pensamos es verdad; como cuando dices que te dan las devoluciones. ¡Gracias!
Yo también me siento muy liberada cuando suelto esos pensamientos.
Un abrazo
Hola!
A mi me pasa muchas veces esto, tengo mucha imaginación y a veces me juega malas pasadas.
Algunas veces trasladamos nuestra situación personal en los otros y no somos capaces de centrarnos en la realidad.
Yo intento desarrollar la paciencia, cosa que hoy en día está muy complicado 😉
Saludos!
Carmen
Hola Carmen,
Yo creo que todos tenemos mucha imaginación y que es inevitable… pero sí podemos darnos cuenta de que estamos imaginando y que no es real. Me va bien recordar lo de la paciencia, sobre todo para con uno mismo (es decir, para conmigo misma).
Saludos – y que vaya muy bien