Muchas parejas discuten; si tú también lo haces no es nada raro. Sin embargo, aunque las diferencias de opinión son normales y saludables, cuando tu pareja y tú no estáis de acuerdo en algún asunto, entrar en batalla daña la relación.

Quizá te sientas frustrado porque el otro no te entiende, o te sientas cansado de luchar por tus propuestas. Cuando esto pasa, podéis entrar juntos en un círculo vicioso del que os resulte difícil salir.

Tener una buena relación de pareja es muy reconfortante, ¿verdad? Yo pienso que merece la pena ser capaces de comunicarnos mejor cuando estamos a punto de discutir. En este artículo verás una manera de lograrlo.

Sin embargo, antes de nada es importante que distingas entre lo que es un conflicto y lo que es una discusión.

La diferencia entre conflicto y discusión

En toda relación romántica hay conflictos, porque cuando dos personas están juntas es inevitable que tengan deseos y opiniones diferentes. La discusión aparece cuando no se puede llegar a un acuerdo respecto a los deseos de cada persona.

La discusión es el síntoma, pero no la raíz del problema. Imagínate un iceberg: el hielo que ves por encima de la superficie del agua es la discusión, el hielo que está por debajo del agua, y que no ves, es el conflicto. El conflicto, es decir, la diferencia de emociones y necesidades, es más profundo que la discusión y la mantiene a flote.

Para detener una discusión necesitas entender qué te está pasando a ti emocionalmente y qué le está pasando a tu pareja. Necesitas ver con claridad la parte del iceberg que está por debajo de la superficie.

Antes de nada… cálmate

No podemos entender lo que nos está pasando si estamos en pleno ataque de enfado. Es así por una mera cuestión biológica.

Cuando estás enfadado, la amígdala, una parte del cerebro encargada de las emociones, hace que liberes hormonas relacionadas con el estrés: adrenalina y norepirefrina primero, y glucocorticoides más tarde. Estos últimos afectan al cuerpo durante horas, o incluso días. Por eso cuando estás muy enfadado te vuelves reactivo, irritable y particularmente susceptible durante mucho tiempo.

En esta situación, entenderte a ti mismo y al otro en profundidad es como intentar dominar un barco en plena tormenta en alta mar. Para poder hacerlo necesitas que el viento y la lluvia paren, es decir que las hormonas del enfado se metabolicen, y que el neocortex, la parte del cerebro donde tiene lugar el pensamiento consciente, se ponga al mando del barco.

Traducido a la práctica esto quiere decir lo siguiente: cuando estás muy enfadado necesitas dejar que pase un tiempo para llegar a un entendimiento con tu pareja.

Para conseguir este tiempo, puedes decirle que prefieres hacer una pausa y retomar la conversación unas horas o incluso un día más tarde, cuando veas que puedes hablar con más calma.

Esto no quiere decir que estés contento y de acuerdo con ella; quiere decir que te has dado el tiempo necesario para pensar con más claridad sobre lo que te pasa.

Cuando estés muy enfadado date un tiempo para retomar la conversación. Si las hormonas del estrés aún están en tu cuerpo no podrás pensar con claridad.

La clave: ¿Qué es lo que te preocupa?

Cuando estamos dispuestos a luchar por algo buscamos dos cosas: satisfacer una necesidad y evitar algo que nos preocupa.

Por ejemplo, yo podría discutir con mi pareja porque tarda mucho en contestarme a los mensajes de WhatsApp. ¿Cuál sería mi necesidad? En el fondo, lo que yo necesito no es que me conteste antes, sino aliviar mi ansiedad o sentirme más acompañada. Mi preocupación subyacente, aquello que me inquieta, es que crezca mi ansiedad o sentir que estoy sola.

Para dejar de discutir con tu pareja primero tienes que reconocer cuál es tu necesidad y tu preocupación subyacente.

El siguiente paso sería explicar a la otra persona lo que en el fondo te preocupa. Pero has de tener en cuenta un error que cometemos muchas veces: expresar esta preocupación no es criticar o exigir al otro, ni tampoco entrar en el papel de víctima.

Es, sencillamente, ponerla encima de la mesa tal cual, desde la vulnerabilidad y la transparencia.

Te pondré un ejemplo con un conflicto que conozco bien porque yo era una de las partes. Para que sea más fácil explicarme, digamos que dos personajes ficticios, Anna y Marc están a punto de tener una discusión.

Un ejemplo práctico: Anna y Marc están a punto de discutir

1. El conflicto y las preocupaciones subyacentes

Es viernes por la tarde. Marc quiere salir a cenar fuera y Anna quiere quedarse en casa para ver una película.

Los dos se sienten molestos y están a punto de empezar a discutir. El primer paso sería que uno de ellos, o ambos, se den cuenta de que tienen un conflicto en ese preciso momento. ¡Y tener un conflicto no es necesariamente malo!

Anna se calla durante unos instantes para tranquilizarse y pensar por qué el hecho de quedarse en casa es importante para ella. Se da cuenta de que está cansada del trabajo de la semana; le gustaría ponerse cómoda en el sofá y desconectar. Su preocupación subyacente es que si sale a cenar fuera estará más incómoda y agitada.

Ya más calmada, le cuenta esto a Marc. Después le pregunta qué necesita él, si necesita salir a cenar para desconectar, o por otra razón.

Marc responde que quiere salir porque le apetece cenar algo especial. Es su forma de darse un capricho después de unos días de mucho trabajo, y también le apetece salir para charlar con Anna sobre cómo ha ido la semana. Su preocupación subyacente es que si se quedan en casa no podrá darse ese capricho, y además le preocupa sentirse solo, desconectado de Anna, si no tienen un momento de calma para charlar de sus cosas.

2. Una solución: proponer un plan en el que ambos ganen

Hay varias maneras de resolver un conflicto. Una de ellas podría ser “hoy cedo yo y el próximo día tú”. En ocasiones ésta es la única salida. Otras veces se puede buscar una solución en la que ambas personas ganen (Solución win-win).

Siguiendo con el ejemplo, para que tanto Anna como Marc ganen, es necesario que uno de ellos proponga un plan que tenga en cuenta la necesidad y la preocupación subyacente de los dos.

Anna tiene una idea que espera sea buena para ambos: se quedan en casa; pero ella se ocupa de pedir algo especial para cenar, y así Marc no comerá lo de siempre. Le dice que pueden charlar de sus cosas mientras cenan en la mesa, en vez de hacerlo delante de la tele. También sugiere que cenen algo más pronto para tener tiempo de ver la película. De esa forma, su necesidad de estar tranquila y de desconectar también quedará cubierta.

Marc añade que él se encargará de recoger los platos para que ella pueda ponerse cómoda en el sofá más pronto.

Los dos se esfuerzan por buscar un plan que tenga en cuenta la necesidad del otro pero, sobre todo, que ayude a calmar su preocupación subyacente.

Para salir de una discusión es necesario que tu pareja y tú sintáis que vuestras preocupaciones son tenidas en cuenta y atendidas, tanto por ti como por la otra persona.

3. Advertencias

Puede que pongas en práctica esta idea y te encuentres tú sólo haciendo la propuesta, sin una respuesta igual de amable por parte del otro. ¡Pero es un principio! La semilla de la comunicación y el cuidado mutuo está sembrada. Si las condiciones son buenas la planta crecerá más adelante.

A veces no es posible llegar a este tipo de acuerdos porque hay otros conflictos que afectan a la pareja: valores irreconciliables, adicciones o pérdida de confianza, por ejemplo. En estos casos hay que dar otros pasos para resolver el conflicto.

Sin embargo, en muchas situaciones merece la pena intentar llegar a un acuerdo de este tipo.

Tu turno

Cuando quieras resolver un conflicto, prueba a hacerte las siguientes preguntas antes de hablar con tu pareja:
  • ¿Qué me pasa? ¿Qué siento?
  • ¿Qué deseo?
  • ¿Cuál es mi necesidad concreta? (Lo que tú necesitas emocionalmente, no lo que tú quieres que haga el otro).
  • ¿Qué temo que me pueda pasar? (Cuál es la preocupación subyacente).

En resumen

Para dejar de discutir necesitas entender el conflicto, la capa más profunda de una discusión. Para ello primero has de ver con claridad cuál es tu preocupación subyacente. Después trata de entender lo que preocupa a tu pareja. Haz todo esto cuando estés calmado, no enfadado.

El objetivo es que las dos personas sintáis que vuestras preocupaciones son tenidas en cuenta. Que, en la mayor medida posible, ambos os encontréis más tranquilos y felices.

Y ahora dime, ¿qué te ha parecido este enfoque? En tu experiencia, ¿qué otras estrategias funcionan? Cuéntamelo en los comentarios del blog. Como siempre, me gusta saber lo que piensas.

Con cariño,